Un complejo residencial en la estación suiza de St. Moritz firmado por Norman Foster. Y dos de sus viviendas que se unen para crear un espacio único donde las vistas y la búsqueda del confort son las protagonistas indiscutibles.
desde el balcón de la zona de estar, con vistas sobre el exclusivo hotel Badrutt’s Palace y las imponentes montañas nevadas del valle de la Engadina, donde se encuentra St. Moritz.
Las ventanas con arco de medio punto,
conservadas del edificio original, un hotel de 1908, adquieren todo el protagonismo en el salón como elementos que rodean el espacio e introducen el fascinante paisaje en el interior. El pavimento, de anchas tablas de roble, absorbe la abundante luz natural que entra y la alfombra de lana en color blanco aumenta la sensación de calidez e intimidad.
Rincón de la zona de estar
situado frente a la chimenea. Se ha delimitado con un sofá de B&B Italia que lo separa del área de televisión y al que acompaña una mesa de centro diseñada por Piero Lissoni para Living Divani. Las dos butacas, con el taburete a juego, son las Barcelona, de Mies van der Rohe, producidas por Knoll. Al fondo, una obra del pintor alemán Jörg Immendorff.
Junto a la chimenea
se ha ubicado una pequeña estantería. Las cajas vacías de Hermès que se apilan en ella delatan la predilección que el propietario siente por esta compañía. Ilumina la zona la lámpara Arco, el mítico diseño de Achille Castiglioni que fabrica Flos.
Una pintura de Georg Baselitz
marca el final del corredor que, desde la entrada, desemboca en el salón. En primer plano, una butaca en forma de pelota de golf conseguida en una subasta de objetos de Boris Becker y una mesita auxiliar de Minotti, el modelo Cesar.
Zona de la televisión,
situada a espaldas del área de estar. La colorida serie de cuadros son retratos del propietario realizados por Andy Warhol.
La amplia colección de obras de arte
del dueño destaca sobre el fondo blanco de las paredes del salón, organizado en varias áreas funcionales en aras de una mayor comodidad. Al fondo, un sillón en cuero marrón de la firma italiana Baxter crea otro rincón de tertulia.
Zona de comedor en la cocina.
Las sillas, de cuero, son un diseño de Mario Bellini para Cassina que forma una interesante combinación con la sólida mesa de roble, obra de un carpintero local. Sobre el muro de pizarra, flanqueado por vitrinas de cristal, se ha inscrito en metal la palabra Serlas, nombre de la famosa calle comercial de St. Moritz.
La isla,
dividida en dos partes, dispone también de una barra para desayunos a la que se han acoplado taburetes de Habitat. Al fondo, un grupo de armarios actúa como zona de almacenaje. Para dar un toque de color, una de las paredes se ha pintado de verde; colgada de ella, una fotografía de Iva Hansen.
La cocina,
con mobiliario de Bulthaup, cuenta con una isla central que alberga el fregadero y la zona de cocción; la campana es un modelo exento de acero inoxidable de la firma Gutmann. Para crear un efecto de continuidad con el resto de la casa, el suelo se revistió con la misma madera de roble.
El dormitorio principal
se ha concebido tipo suite. La cama es una pieza de la firma Baxter con cabecero en cuero de Lambert. La colcha de pelo de visón es de Prada. En la pared, una fotografía de Peter Vann que se refleja en un espejo colocado en el techo.
La estancia
tiene acceso directo a una pequeña terraza semicircular desde la que se divisa el lago helado.
Revestido en tonos claros,
que proporcionan luminosidad al espacio, uno de los baños de la vivienda. La grifería y los accesorios son de Hansgrohe.
Cuarto de baño principal,
con uno de los frentes cubierto totalmente de espejo para crear un efecto óptico de gran amplitud visual. En él se refleja la bañera, diseño de Philippe Starck. Para el pavimento se ha elegido el mismo suelo de roble del resto de la casa.
Norman Foster. Arquitecto
«Quise construir un complejo contemporáneo, pero inspirado en la tradición del lugar y con continuos referentes a los hoteles precedentes»
Una de las estaciones de esquí más glamourosas y elegantes del mundo, St. Moritz, al este de Suiza, ha sido el lugar elegido por sir Norman Foster para su nuevo proyecto de arquitectura: Murezzan, un conjunto residencial con el que se ha planteado revitalizar el centro de la ciudad. Partiendo de la completa remodelación de dos edificios ya existentes —un par de hoteles de principios del siglo XX— y de la construcción de otro nuevo, Foster ha levantado un entramado urbanístico en el que se funden elementos contemporáneos e históricos para dar cabida a una serie de viviendas a las que acompañan un restaurante, tiendas, gimnasio y aparcamientos subterráneos.
El arquitecto ha tomado como punto de partida para la concepción espacial de este gran complejo las ventanas con arco de medio punto del antiguo Posthotel: una sucesión de infinitos huecos que abren los espacios al paisaje alpino y que Norman Foster ha decidido conservar con su forma original.
En la fachada sur, sin embargo, ha añadido balcones protegidos con balaustradas de cristal que permiten disfrutar mejor de las vistas. Detrás, las viviendas se suceden como luminosos y confortables espacios.
El propietario de esta casa siempre había querido poseer una en el centro de St. Moritz y cuando conoció Murezzan no pudo resistirse: «Me gustó tanto el proyecto que adquirí dos apartamentos para unirlos. El resultado es esta estupenda vivienda de 300 m2 orientada al sur y al sudeste».
El piso cuenta con un holgado ambiente central en el que se ha ubicado la cocina-comedor, una estancia que gracias a su distribución abierta, la gran mesa para comer y una larga barra central destinada a refrigerios informales se ha convertido en el verdadero centro de reunión de la casa: «Cada Navidad nos juntamos muchísimos amigos y es aquí donde solemos pasar casi todas las tardes».
Junto a la cocina se ubica la zona de estar, que se ha organizado en varias áreas para hacer más cómoda la estancia en ella. El rincón de la televisión, por ejemplo, está separado del resto de ambientes para proporcionar mayor intimidad. Por otra parte, un largo pasillo dirige desde la entrada a las habitaciones y baños, con el dormitorio principal planteado como una evocación del antiguo hotel: una estancia tipo suite que ofrece el máximo confort y unas magníficas vistas de las montañas desde la terraza.
El interiorismo fue labor de la ex esposa del propietario, que se enfrentó al reto de encontrar la manera más idónea de exponer su amplia colección de arte. Aunque se ha recurrido a algunos fondos de color como complemento, cuadros, esculturas y fotografías resaltan ante unas paredes pintadas mayoritariamente de blanco, el tono por excelencia de los inviernos nevados de St. Moritz.