La combinación de estos dos elementos es la clave de esta casa proyectada en la costa atlántica de Cádiz por el arquitecto Alberto Campo Baeza. Los espacios, de carácter intemporal, siguen parámetros tradicionales de sencillez y mesura.
una tapia encalada al estilo de las casas del lugar, se dibuja en el cielo azul. La cristalera permite una visión panorámica e integra el paisaje en el interior.
Vista del porche,
que se ha proyectado retranqueado. Se cierra mediante puertas correderas integradas en la pared que discurren a lo largo de una fosa practicada en el suelo de piedra caliza. Al fondo, patio interior equipado con tumbonas a la sombra de una buganvilla.
La piscina,
construida en alto, precede al pinar y al césped hacia el que se orienta la casa. Las butacas de fibra trenzada se compraron en Ikea.
El salón
comunica con el exterior a través de un acristalamiento de Technal. Los sofás, de la marca Perobell, situados en paralelo, se completan con cuatro butacas colocadas de forma simétrica. Son el modelo Wassily de Marcel Breuer, que edita Knoll. El televisor es de Bang & Olufsen y las lámparas de pie, el modelo Tolomeo, editado por Artemide, se adquirieron en Ideas Luz.
La luz cenital
se cuela por el tragaluz del techo e ilumina el despacho asomado al salón. Este último, presidido por una mesa de centro diseñada por Alberto Campo Baeza, debe su amplitud y luminosidad a la doble altura. Al fondo, el comedor, que se independiza mediante una puerta corredera embutida en el tabique de separación. En ambas alturas, la luz artificial se completa con estratégicos apliques de pared blancos, de Ideas Luz, que pasan casi desapercibidos.
El comedor
tiene acceso a uno de los patios interiores y al jardín a través de puertas correderas equipadas con persianas de lamas que tamizan la luz natural. La mesa y el aparador de madera lacada, ideados por Campo Baeza, entonan con sillas de madera curvada. El carrito Tea Trolley 901 –realizado en abedul– es un diseño de Alvar Aalto, fechado en 1935-36, que produce Artek.
La cocina,
que comunica con el comedor a través de una puerta, repite la sensación de luminosidad y amplitud que predomina en el resto de la vivienda. Esto se debe al blanco, que se ha elegido tanto para los frentes laminados del mobiliario como para la encimera de mármol y el suelo cerámico.
Una barandilla acristalada,
enmarcada en metal lacado en blanco, se asoma al salón desde el despacho, que también goza de doble altura. Junto a la puerta corredera de acceso, un vano abierto aporta luz al distribuidor y a la escalera. La librería es diseño de Campo Baeza y la chaise longue LC4, de Pierre Jeanneret y Charlotte Perriand, la edita desde 1928 la firma Cassina.
Rincón del despacho
que disfruta de vistas del paisaje a través de un cristal fijo que lo enmarca y le da valor de obra de arte. Las sillas LCW, de Charles & Ray Eames, las edita Vitra en madera de fresno laminado y curvado. La chaise longue, de Cassina, está orientada hacia el lucernario para observar el cielo en los momentos de relax.
El despacho
se situó justo debajo del gran tragaluz con el objetivo de aprovechar al máximo la luz natural y trabajar con la mejor iluminación. La mesa y el cuadro los firma Alberto Campo Baeza. La silla EA108 –de aluminio y tapizada en cuero negro– es un diseño de Charles & Ray Eames que edita Vitra. La lámpara se compró en Ideas Luz.
La azotea
se ha protegido del viento y las edificaciones colindantes mediante tabiques encalados. En uno de ellos se practicó un vano abierto que permite disfrutar de las vistas del pinar que rodea la casa. El suelo se pavimentó con gres esmaltado en blanco, material resistente a la intemperie.
El baño
repite la gama cromática que predomina en las demás estancias. Destaca la simplicidad de elementos, que se resumen en un espejo que cubre el frente hasta el techo y de pared a pared, una encimera de mármol beis volada que acoge el lavabo encastrado de Roca y una bañera dispuesta en perpendicular. El taburete es el modelo E60, de Aalto, que fabrica Artek.
En el dormitorio,
el cabecero es una idea de la propietaria que integra la mesilla, un cubo del mismo material. La lámpara de mesa, de estilo pop, y la ropa de cama proceden de la tienda Pestana Hogar. Una pareja de sillas lacadas en blanco sirven de apoyo. El suelo, como el del resto de la casa, es de piedra caliza beis.
ALBERTO CAMPO BAEZA. Arquitecto.
"Pretendíamos crear una casa sencilla y clara, donde se viviera a gusto. Un espacio abierto al paisaje"
La claridad, la intensa claridad de Cádiz es el material principal con el que se levanta esta casa, un espacio diagonal atravesado por la luz». Con estas palabras, el arquitecto Alberto Campo Baeza define esta vivienda unifamiliar levantada en la urbanización Novo Sancti Petri de Chiclana de la Frontera (Cádiz). Su inmaculada fachada —cuyo encalado rinde homenaje a la arquitectura tradicional de la zona— se recorta sobre un telón azul excepcional. «Es el cielo de Cádiz, de una luminosidad tal, que no hay palabras que puedan describirla», afirma Campo Baeza, que en alguna ocasión ha escrito: «Architettura sine luce, nulla architettura est».
El proyecto debía ser «una casa sencilla y clara, donde vivir a gusto». Dado el sitio en el que se encuentra y la orientación, se decidió crear un espacio diagonal resultante de la conexión de dos volúmenes a doble altura unidos en un nivel común.
El resultado tiene dos aspectos llamativos: en el interior, esa diagonal marcada por la luz que llega desde lo alto del edificio a través de un gran lucernario marca la dirección del sol hacia el sur y «pone en tensión el espacio»; en el exterior, una gran apertura horizontal abre la casa a través de un porche profundo que permite una visión panorámica, enmarcada en la penumbra. En este punto se entiende que Campo Baeza haya llamado a la vivienda «caja de luz y sombra». Desde la calle, ofrece su lado más hermético, como en los los laterales, para ganar en intimidad frente a las residencias vecinas. De cara al exterior se abre un poco elevada, de modo que la piedra caliza del suelo se prolonga desde el interior, sin obstáculos, para desembocar en el paisaje. De esta forma, parece como si la casa levitara sobre el campo de golf que tiene delante. En cuanto a su composición, la vivienda es un cuadrado dividido en cuatro partes iguales: la mitad delantera alberga las áreas comunes —salón, comedor y biblioteca— y la mitad posterior, además de las conexiones verticales, aloja los espacios privados: dormitorios y cuartos de baño. Para el arquitecto, responde a un «orden elemental».
Su intención era que «la construcción fuera sencilla y acabada en blanco, como todas las casas andaluzas. Parece que la casa ha estado en este sitio toda la vida, antes de que llegaran las urbanizaciones. Es en su interior donde se descubre el juego secreto de la luz y la sombra, del espacio y del tiempo. Tan sencillo como preciso». En resumen, inmaculados espacios desnudos de paredes blancas y suelos de cálida piedra caliza, conexiones a base de puertas correderas que dinamizan el movimiento y dobles alturas que elevan el espíritu. Todo un ejercicio de poesía de la mano de Campo Baeza.